Smartización y servitización

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A la hora de plantearse un proyecto de reindustrialización, es lógico que la opinión pública ilustrada piense en imágenes típicas de nuestra historia más o menos reciente: la máquina de vapor de James Watt, la industria de las piezas intercambiables en Estados Unidos durante el siglo XIX, los Altos Hornos de Vizcaya o el montaje en cadena del Ford-T en las fábricas de Detroit. Una cosa que hay que tener bien clara, sin embargo, es que nada de esto tiene que ver con la industria del futuro, y por tanto, con cualquier estrategia que nuestros responsables políticos vayan a diseñar para la reconstrucción del tejido industrial europeo durante los próximos años. El marketing industrial no pude prescindir de un enfoque como este.

En un entorno de alta tecnología, digitalización y globalización, los conceptos clave que permiten entender qué es lo que realmente se necesita son “smartización” y “servitización”. Puesto que el asunto urge, saltémonos la fase de búsqueda de unos términos que sean compatibles con el criterio eufónico y purista de la Real Academia de la Lengua, y sirvámonos de ambos palabros tal y como el argot del consulting empresarial los acaba de importar. La smartización tiene que ver con la incorporación de sensores y dispositivos de transmisión de datos en máquinas, componentes y otros artículos producidos por la industria, con el objeto de hacer posible una integración fundamental entre los sistemas de información del cliente y los del proveedor. Esto es muy conveniente para el desarrollo de Industria 4.0 y la denominada Internet de las Cosas.

Por su parte, la servitización implica el desarrollo de utilidades y servicios en torno a los productos de la industria. En otras palabras, que si se quiere sobrevivir en el competitivo entorno de un futuro industrial rediseñado sobre bases tecnológicas y a escala global, ya no basta fabricar cosas. El proveedor tiene que facilitar a su cliente algo más: seguros, asesoramiento experto, fórmulas de financiación, una entrega rápida de recambios, tecnologías predictivas, etc. Salta a la vista que la smartización constituye la base material y organizativa de la servitización, aunque sin necesidad de sensores y una conexión universal a Internet ya podrían comenzar a desarrollarse los primeros esquemas de servicio en torno a la fabricación industrial.

Esto sería muy conveniente para las empresas locales -hablamos no solamente del País Vasco, sino también de otras regiones incluidas en los planes de reindustrialización del Ministerio de Economía-. ¿Que cómo se puede lograr esto? La pregunta viene muy al caso, porque hablar es fácil, y cualquiera puede generalizar en temas complejos sin comprometerse a más. En el próximo post pondré un ejemplo de servitización en torno a un artículo industrial de bajo nivel tecnológico, pero de indiscutible relevancia para la génesis de nuestra moderna cicilización tecnológica: el tornillo.

Entretanto, animaría al lector a profundizar en los conceptos de smartización y servitización de la mano de este artículo publicado por Bart Kamp en la revista Ekonomiaz. Se trata de la exposición más completa del tema existente hasta el momento en español.

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